EL DUELO TRAUMÁTICO: ENTRE LA NEGACIÓN Y LA RECONSTRUCCIÓN
- actymente
- 2 mar
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En situaciones de pérdida, ya sea por la muerte de un ser querido o por una ruptura inesperada, la mente suele formular una pregunta recurrente: ¿por qué? Esta pregunta, más que una búsqueda de respuestas, es una expresión del shock, la frustración y la impotencia. Es el mecanismo que emplea nuestra mente para intentar procesar lo impensable, lo que no se puede cambiar. En los primeros momentos, el "¿por qué?" es la manera de manifestar la no aceptación, el desconcierto ante lo que ha ocurrido.
El duelo traumático es especialmente difícil porque rompe con nuestras expectativas de estabilidad y seguridad. Nunca estamos preparados para la muerte repentina de un ser querido ni para el fin abrupto de una relación significativa. Nos cuesta aceptar que aquello que formaba parte de nuestra identidad y de nuestro día a día desaparezca de un momento a otro. En esta fase, es común experimentar incredulidad, rabia y sensación de injusticia: "¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora?".
La negación es una defensa natural que amortigua el impacto emocional de la pérdida. Sin embargo, llega un punto en el que ya no podemos sostener esa evasión de la realidad. La aceptación, aunque dolorosa, se convierte en una necesidad para poder continuar. En esta fase, la tristeza nos envuelve y nos lleva a la introspección. Es aquí donde aprendemos a convivir con la ausencia y a darle un nuevo significado a nuestra historia.
Superar un duelo traumático no significa olvidar, sino integrar la pérdida en nuestra vida de manera que nos permita seguir adelante. Para ello, el tiempo, el apoyo de nuestros seres queridos y, en algunos casos, la ayuda profesional, pueden ser fundamentales. En este proceso, surge una nueva pregunta: ¿para qué? ¿Para qué seguir adelante? ¿Para qué ha servido esta experiencia?
Cuando logramos dar un sentido a lo sucedido, comenzamos a encontrar paz. Nos volvemos más conscientes de nuestras emociones, más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Aceptamos la finitud de las cosas y aprendemos que cada pérdida también nos deja una enseñanza. No es un camino fácil, pero al final, el duelo nos transforma, nos ayuda a redefinir nuestras prioridades y a encontrar un propósito en medio del dolor.
La reconstrucción no significa olvidar
El duelo no se supera "cerrando un capítulo" o "dejando atrás el pasado", sino integrando la experiencia de pérdida en la propia historia de vida. La reconstrucción implica encontrar un nuevo equilibrio emocional sin negar lo vivido.
Así, en el proceso de reconstrucción emocional ayudaría:
Aceptar la realidad de la pérdida: Dejar de resistirse a lo inevitable es un paso fundamental para comenzar a sanar.
Redefinir la identidad: La pérdida puede cambiar nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Es un proceso de autodescubrimiento.
Explorar nuevas formas de sentido y propósito: Preguntarse "¿para qué?" en lugar de "¿por qué?" ayuda a transformar el dolor en el aprendizaje.
Crear nuevas rutinas y hábitos: Incorporar pequeños cambios en la vida diaria puede ser un primer paso hacia la adaptación.
Resaltar el papel del apoyo social y profesional: valorar la importancia de rodearse de personas comprensivas y de redes de apoyo y buscar ayuda profesional para evitar bloqueos en el proceso.
Conclusión
Una recomendación clave en un duelo traumático donde aparece la negación es respetar el ritmo del proceso, y fomentar un acompañamiento adecuado para evitar que se cronifique. En este sentido, es importante la validación de la experiencia emocional ya que la negación es una respuesta natural al impacto de la pérdida. Es importante permitir que la persona se exprese sin juzgar ni apresurarla a “superarlo”.
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