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EL PRECIO DE NO SENTIR: CÓMO LA DESCONEXIÓN EMOCIONAL NOS PASA FACTURA

  • actymente
  • 31 may
  • 2 Min. de lectura




En algún momento de nuestras vidas, todos hemos intentado "no sentir". Tal vez fue después de una pérdida dolorosa, una decepción profunda o un conflicto que nos superó. Desconectarnos de nuestras emociones puede parecer una solución temporal para sobrevivir al dolor… pero, a largo plazo, tiene un coste.


¿Qué significa desconectarse emocionalmente?

La desconexión emocional es una estrategia de defensa psicológica. Es una forma de anestesia interna: nos protegemos del sufrimiento evitando sentir, pero también nos alejamos del placer, la alegría, el amor y la conexión auténtica.

Puede manifestarse como:

  • Dificultad para identificar lo que sentimos.

  • Sensación de vacío o indiferencia constante.

  • Falta de empatía o desconexión en las relaciones.

  • Tendencia a intelectualizarlo todo o vivir “desde la mente”.

  • Uso excesivo de distracciones (pantallas, trabajo, comida, etc.).


¿Por qué nos desconectamos?

No lo hacemos por debilidad, sino por supervivencia emocional. En la infancia, cuando nuestras emociones no fueron validadas o cuando expresar lo que sentíamos nos exponía a rechazo, crítica o abandono, aprendimos que sentir era peligroso.

La desconexión emocional se convierte entonces en una coraza. Nos protege del dolor, sí, pero también nos impide vivir con plenitud.


Las consecuencias de vivir desconectados

Aunque parezca funcional, la desconexión emocional tiene un precio:

  • Relaciones superficiales o insatisfactorias, porque no podemos vincularnos desde lo auténtico.

  • Dificultad para tomar decisiones, al no saber qué queremos o necesitamos realmente.

  • Problemas físicos y somáticos, como tensiones, dolores crónicos o fatiga constante.

  • Ansiedad o apatía, ya que reprimir emociones crea una presión interna constante.

  • Pérdida de sentido, porque vivir sin sentir es como habitar una casa sin luz.


Reconectar con lo que sentimos: el primer paso hacia la autenticidad

Volver a sentir puede dar miedo, pero también nos abre a una vida más rica y conectada. Aquí algunos caminos para comenzar:

1. Escucha tu cuerpo

El cuerpo nunca miente. Las emociones que no podemos nombrar muchas veces se manifiestan como presión en el pecho, nudo en la garganta o tensión en el estómago. Practicar la conexión corporal (como el mindfulness o la respiración consciente) nos ayuda a volver a sentir con seguridad.

2. Ponle nombre a lo que sientes

A veces no sentimos porque no sabemos cómo se llama eso que sentimos. Tomarte unos minutos al día para preguntarte “¿qué emoción hay en mí ahora?” puede marcar una gran diferencia.

3. Exprésate

Habla, escribe, dibuja. Encuentra formas de canalizar lo que sientes sin juzgarlo. No necesitas entenderlo todo, solo permitirte expresarlo.

4. Pide ayuda si lo necesitas

La reconexión emocional puede remover heridas profundas. Acompañarte de un/a terapeuta puede ofrecerte el espacio seguro que necesitas para reconectar sin miedo.



Sentir no es debilidad. Es el camino hacia ti.


No sentir nos aleja del sufrimiento, pero también de lo que da sentido a la vida. Permitirnos sentir —con todo lo que eso implica— no es perder el control, es recuperar el vínculo con nuestra humanidad.

Quizá no podamos evitar el dolor, pero sí podemos aprender a sostenerlo. Y en ese gesto valiente de mirar hacia adentro, es donde empieza el verdadero bienestar.

 
 
 

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