El ser humano tiene tan solo 7 millones de años de historia y más del 99% de ésta, la hemos pasado en entornos naturales. Por eso estamos adaptados a la Naturaleza.
Nuestro cuerpo viene de una evolución biológica de la tierra y, como ésta, estamos constituidos de una parte sólida, otra líquida, otra gaseosa y otra electromagnética. Para vivir, necesitamos no solo alimento sólido, sino también agua, aire y energía. Por eso los alimentos que ingerimos, el agua que bebemos, el aire que respiramos y las radiaciones y ecosistemas en los que vivimos inciden directamente en nuestra salud.
Cuando hablamos de una medicina que contempla el ser humano de manera integral, es fundamental tener en cuenta todos estos factores y contemplar la enfermedad como una parte de la salud que está expresando una adaptación a los cambios del entorno con el fin de sobrevivir. Nuestro cuerpo nos está hablando. No se trata por tanto de eliminar síntomas, que por supuesto habrá que atender y paliar, sino también de atender a qué está originando esa manifestación de la adaptación, que es la enfermedad. Escuchar a nuestro cuerpo y a nuestro medioambiente es un paso indispensable para comenzar a sanar. Es al mismo tiempo indispensable practicar la prevención tomando consciencia de la importancia de unos hábitos de vida saludable y de un respeto a nuestra madre Tierra que es la que nos alimenta y nos da cobijo.
El bosque como medicina
Ya hemos hablado de la respiración y de la importancia de ésta en, la que se ha venido a denominar, la “medicina del bosque”. En Japón “la “medicina forestal” es una subespecialidad de salud pública que se encarga de estudiar los beneficios en la salud del “Shinrin yoku” (baños de bosque) y la exposición a la naturaleza. Como comentábamos, Japón es uno de los países que más estudios ha realizado en este campo, pero aquí en España, segundo país del mundo y pionero en Europa en introducir los “baños de bosque”, también se han llevado a cabo numerosas investigaciones de la mano del conocido como Maestro Samurai Spain, que es un referente a nivel internacional, por ser la única persona en este campo, que reside de manera permanente en un bosque (situado en la serranía de Ronda, en Málaga). Allí lleva realizando estudios de investigación desde hace más de 10 años.
Las personas que viven en áreas forestales son mucho menos susceptibles a las enfermedades del tracto respiratorio superior que los residentes urbanos
Es fundador (ASEUSY) Asociación Europea Shinrin-Yoku (asociación sin ánimo de lucro que defiende la Medicina de Bosque como terapia preventiva natural y tradicional) y presidente de (IFM) “International Forest Medicine”, que cuenta con un departamento de investigación con colaboradores reconocidos a nivel nacional e internacional. El IFM trabaja para “sensibilizar y responsabilizar a las personas en que promuevan y participen en iniciativas de desarrollo para la conservación y el amor por la naturaleza”.
Según Samurai Spain, “la creación de IFM International Forest Medicine©, fue clave para las estrategias de potenciación de los recursos naturales, manteniendo diferentes programas que, desde el ámbito regional, nacional e internacional, han permitido intercambiar experiencias, ideas y proyectos entre instituciones y profesionales como biólogos, científicos, etc. con el objetivo de ampliar datos sobre los temas relacionados con la Naturaleza, siempre a través de bases científicas, centros de documentación y organismos internacionales”.
Entre las investigaciones recientes más importantes está el estudio de las fitoncidas (también denominadas fitoncidios y phytoncides) y su influencia en el sistema inmunitario. Estos compuestos volátiles (de los que se conocen más de 5000) son emitidos por los árboles y son los principales responsables de este efecto beneficioso sobre el sistema inmunitario, ya que impiden el desarrollo de microorganismos patógenos. “Son los antibióticos naturales”, explica Samurai Spain, “se han realizado experimentos con diversos compuestos aromáticos naturales, como los pinenos, limonenos, el cedrol o los isoprenos; algunos de ellos son conocidos por su efecto antimicrobiano y supresor de tumores.
En general, estos compuestos volátiles que emanan las especies de bosques primarios y maduros (de árboles más grandes y antiguos) defienden a las plantas de los alrededores de las bacterias, los hongos y los insectos. Se ha comprobado que penetran en el cuerpo humano a través de los pulmones y la piel, matan e inhiben el desarrollo de microbios patógenos, lo protegen de enfermedades infecciosas y embalsaman los tejidos. Además, normalizan el ritmo cardíaco y la presión arterial, participan activamente en el metabolismo y tienen un efecto positivo en el cerebro humano. Las personas que viven en áreas forestales son mucho menos susceptibles a las enfermedades del tracto respiratorio superior en comparación con los residentes urbanos”.
Otras de las investigaciones han detectado que las hojas de las plantas, con la acción de la luz solar emiten electrones que ionizan el aire circundante, lo cual es muy beneficioso para la salud del ser humano. “Se ha visto”, dice Samurai Spain “que en un centímetro cúbico de aire de bosque hay 20 mil iones negativos mientras que en las ciudades industriales, en locales abarrotados, su concentración varía entre 100 y 500 solamente”. Próximamente está previsto que se haga público el resultado de un estudio realizado durante tres años, sobre todo el proceso en mujeres gestantes y su influencia directa.
Según la UNESCO y la OMS, los árboles, entre otras funciones, producen materia orgánica, aumentan la permeabilidad del terreno, contribuyen a conservar las cuencas hídricas, mejoran la calidad del agua y del suelo, preservan la biodiversidad y evitan la erosión y las inundaciones.
Cuidar nuestros bosques y el medio ambiente es una obligación, un deber y una necesidad, si queremos cuidar del planeta y de nuestra salud
Autora: Marta Gandarillas, Periodista especializada en Salud Natural.
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